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Y su próximo vuelo es…

Hoy en la mañana al despertar, no imaginaba dónde dormiría esta noche; pues en condiciones normales suelo hacerlo en mi casa o en la casa de campo de mis padres, pero como todo subnormal, no sé, no me imagino y a veces no me interesa.

Suelo viajar con mucha frecuencia, sobre todo por motivos laborales. No entraré en detalles a dónde me fui ni a dónde me iré, pero si me gustaría plasmar por lo menos un par de experiencias, desde leer un libro o dos, hasta pelarme de frío porque en los aeropuertos, como aquella vez estando volviendo de México estábamos en toda la alerta de la gripe porcina, hacía escala en el aeropuerto de Panamá. Yo no sabía cuál era el alboroto, gente corriendo por aquí y por allá, cientos con mascarillas descartables. Todos obligados a pasar por sanidad internacional; al enterarme después, fuera de bromas y sabida mi hipocondría, empecé a sentir todos los síntomas, había abordado el vuelo, estaba en el tercer asiento, junto a la ventanilla, y yo moría. Al llegar a Perú y a mi querido Tarapoto, nada era más que un disparate provocado por mi sugestión e inseguridad al ver las noticias y tanta gente alborotada.

Siempre llevo conmigo una manta que me regaló mi madre, con ella me cobijo, esa es mi cama, si la doblo repetidas veces es mi almohada. Estaba en el aeropuerto de Medellín y no la portaba, la lluvia de madrugada no solo traía inspiración para un buen poema, sino un frío que empezaba por congelarte las pelotas y matarte por hipotermia. No saben la madrugada que pasé, rogando a Dios para que no me lleve, nunca fui tan creyente aquella noche, buscaba a las tres de la mañana tiendas de café para mitigar lo que sentía, todas cerradas, todas abrían a las cinco, yo muriéndome, hasta que encontré un lugar abierto, le pedí permiso al dueño para entrar a su local, le dejé en prenda mi pasaporte, no soportaba el frío que para los antioqueños era muy normal, dormí poco, pero me dieron una colchita que me salvó, no exagero, pero así fue. En el fondo extrañé a mamá.

Ahora, justo hoy tuve que salir de Tarapoto de pronto, no estaba en mis planes, solo tenía que estar fuera por motivos laborales, de la oficina me compraron el pasaje, mientras sucedía todo eso, acompañaba al Fiscal de Prevención del Delito a una inspección al Estadio Municipal, de pronto minutos antes de abordar el avión me acordé que no tenía maleta, así es que pedí por favor que me alistaran una. Ahora que escribo este artículo veo la maleta y está ahí, solo la abrí una vez, estoy de cólera porque los encargados de hacerlo empacaron de todo, menos lo que necesito, no tengo ningún libro que leer y ocho horas de vuelo, que imagino me las pasaré aburrido o pensando tonterías.


Hasta el próximo vuelo, si Dios quiere.

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