No me cansaré de repetir que El Principito es una de mis
obras preferidas, fue la primera que leí cuando aún tenía seis años, es cierto
tenía muchas dudas y como en la niñez todo es ficción, crecí con la idea que
mirando por las noches el cielo, sabré que las estrellas están encendidas para
averiguar que cada uno tiene la suya y si una brilla más, sabré que está
sonriendo solo para mí.
Así aprendí, leyéndolo más de una vez, analicé e interioricé
que no son simples frases, sino leyes de vida.
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Nunca debemos dejar morir al niño que tenemos
dentro.
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Si tienes tu rosa hazla especial, de repente no
sea el cariño, sino el tiempo que la dedicaste la haga especial. Dedícate a
quien ames.
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Lo esencial es invisible a los ojos, no se ve
bien sino es con el corazón.
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Domesticar es crear lazos, crear lazos es crear
sentimientos y emociones, al hacer esto, debes ser responsable de lo que
domesticas. Con los sentimientos no se juegan.
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¿Y si lo que domesticas se va? Sí, llorarás,
corres el riesgo de llorar, todo lo humano es sensible, la ausencia es un tipo
de muerte, aún así habrás aprendido que nada es tuyo, que todo el libre y del
universo.
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La palabra es fuente de malos entendidos. Sí, es
mejor sentir que decir, y lo que vas a decir que sea propositivo y de buena
manera. La mejor manera de demostrar emociones es con el corazón en la mano.
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¿Es fácil juzgarse a uno mismo, tú lo haces? No
es fácil, por eso antes de juzgar a los demás debes hacer una autocrítica que
relacione tus emociones y tu contexto, las personas y su humanidad. Solo quien
es capaz de aceptar sus errores puede vivir bien consigo mismo.
Cierro este artículo diciendo lo que más me gusta del libro,
la dedicatoria, pues todos tenemos un León Werth, cuando era niño, claro.
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una
persona grande.
Tengo una seria excusa: esta persona grande es el mejor
amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande puede
comprender todo; incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta
persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera
necesidad de consuelo.
Si todas estas excusas no fueran suficientes, quiero dedicar
este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las
personas grandes han sido niños antes. (Pero pocas lo recuerdan.) Corrijo,
pues, mi dedicatoria:
(A León Werth, cuando
era niño).
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