La espectacularidad de la luz precisamente viene de la oscuridad. Cuando Johan pensó que estaba perdido en ese inmenso llano de tierra negra, sus temores se fueron disipando a tal punto de sentirse bien, seguro de si mismo en aquella noche nublada. Comprendió además como ante cualquier hecho que te lleva a la desesperación, que su luz se fue para no volver. Y murió. Murió pleno, feliz de haberse desengañado que solo en la luz está la salvación. Sin querer y solo por vencer el miedo a no sentir, la noche también se enarboló. Pues al otro lado del mundo, en diferentes hemisferios y horarios, un hombre nuevo nacía, directo del rayo y del fuego, de la oscuridad que vive en la naturaleza y solo por transformarse lo hace en luz. Así nació, como nacen las más grandes catástrofes.
En Perú recurrimos con frecuencia al chisme, al cuento barato, a la idealización de ídolos populares que tarde o temprano con talento o no, sucumben al trajín de la fama y a todas esas vicisitudes de la vida, donde el sufrimiento del protagonista se usa y abusa para generar el morbo, cual gen está dentro de nosotros los espectadores. Me refiero al filme Chabuca, que salvo a la buena actuación de Sergio Armasgo, es un intento de hacer una biopic poco creíble, más aún con la polémica del libro de Alex Brocca, (que apareció justo a la hora de vender los panes calientes, favoreciendo a la taquilla), bailarín que mantuvo una relación de una década con el protagonista, que personifican en la película como el antagonista, abriendo un contrapunteo e intentando tirar a bajo la veracidad de la historia misma, que desde ya tiene muchos vacíos en su construcción y se demuestra en un guión mal estructurado. La productora quizá hizo su máximo esfuerzo (porque no se le puede pedir más a Tondero)
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