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Mostrando entradas de 2019

Lo que más nos jodía no era dar, sino recibir nada a cambio.

Y volvemos siempre a lo mismo, a quedarnos mirando el techo cuando algo malo nos sucede, cuando sin pensar hemos caminado un largo trecho sucumbiendo en las locuras del amor. Sí, quien diga que alguna vez en su vida no se haya detenido a manifestar su preocupación por alguien, nos está mintiendo. Somos muy recurrentes al enamorarnos, no aprendemos, no evolucionamos, creemos en la firmeza de nuestras convicciones, mas no en la de nuestro compañero y empiezan los celos, las pequeñas riñas y el inevitable fracaso, que viene con un rosario de reclamos, frustraciones y sufrimiento. Ayer hacía más frío que de costumbre en nuestra fría Lima y mi amiga y yo empezamos a hablar de cómo enfrentamos el amor a nuestras cuatro décadas; después de intercambiar algunos puntos de vista, lo que más nos jodía no era dar, sino recibir nada a cambio. Y es eso, no podemos amar a plenitud sino recibimos algo a cambio, una caricia, un mensaje por las mañanas, un minuto en su agenda; no es cuestión d

El preso.

Una colilla de cigarro más, un cenicero que va reventar. La misma historia triste y sin final, el mismo cuento de nunca acabar y la carcajada de otra madrugada… Ya dejé de contar los días, para bien o para mal, estoy sumido en una sensación de letargo. Te seré honesto María Fe, es como un sueño; sí, estoy viviendo un sueño, una pesadilla, para que me entiendas mejor. Si alguna vez dudé que hay personas que nacen opacas, hoy ya no es una duda, de que quienes nacemos con poca luz; y como para cerrar el designio de la vida, nos encierran en cuartos oscuros. Quizá ya no te sorprenda nada, porque el encierro más angustioso que he vivido, ha sido con mi propia alma. Encerrado dentro de mí mismo. La madre de mi hija ha venido a visitarme, no tuve la valentía de decirle que no lo haga más, nunca he permitido, por amor a mi hija, que alguien me vea derrotado, porque sí María Fe, esta es la derrota más grande que he tenido. No podía mirarla a la cara, ya estoy cansado de fingir do

El castillo y el último lamista.

Es casi desconcertante escuchar a gente foránea, cuya primera idea a cerca de la ciudad de Lamas sea el castillo construido por la “excentricidad” de un ciudadano italiano, desconocen casi en su totalidad, que la Lamas del castillo nunca hubiera existido sin esa Lamas histórica, cultural, que fue declarada como la capital folclórica de la amazonia peruana y que el verdadero motivo de esa riqueza cultural ha sido reemplazada por una excusa tonta, la de vender turismo de empaque, frívolo, sin consistencia, con un desconocimiento que bien podría hasta considerarse un rechazo a nuestros orígenes, una afrenta en nuestra propia casa, viendo por consiguiente cómo uno de los pocos vestigios vivientes de San Martín, es invisibilizada casi en su totalidad por la falta de políticas culturales públicas, enfocadas en preservar y difundir nuestro patrimonio como prioridad ineludible, en cuya base se podría cimentar el desarrollo sostenible del turismo en la región verde (ahora naranja). Quier

La voz.

(Leer escuchando, My favorite Game. By The Cardigans y Ob la di, ob la da. By The Beatles).  - ¿Qué harás más tarde? Supongo que ver un rato las noticias y después dormir, ¿y tú? -Tengo reunión de trabajo y luego iré a alquilar unos vídeos, distraerme un rato, hace tiempo que no veo películas. ¿Sabes una cosa? -Dime. Me pareces una persona un tanto solitaria. -Tienes razón, pero estoy solo porque me acostumbré a estar así. Yo casi siempre me siento la persona más solitaria del planeta, por ejemplo, hoy, no sé por qué te digo esto, pero hoy me siento solo, sin amigos, bueno para nada. -Pucha, no creo que sea así. Te pongo un ejemplo que tengo en mi mente. -A ver. Lo tengo desde la mañana. -A ver, dime. No creo que tenga importancia, o en realidad no sé, tal vez no, yo pensaba que no, discúlpame por las cosas que te dije. - ¿Disculparte por qué? [Conversación de Eduardo con un desconocido, días antes de su muerte]. Recordó fugazmente que Rebeca,

La otra muerte.

A menudo le asaltaban sentimientos de culpas, en todo momento, a toda hora y en cualquier intensidad. Daniel aprendió desde pequeño que las cosas se deben hacer en el momento oportuno, sin pensarlo tanto, sin perder tiempo, ganándole a la vida, al destino. Pero esa mañana estaba que daba vueltas a la situación que se le había presentado como una imposición, como un mandato divino; analizaba cada situación, era él o ella, era su vida o la de otros. Claro, era su vida, debería ser feliz, para eso nació, era ahora o nunca empezar algo nuevo, sin temores, sin nada que pudiera empañar una decisión, que por simple que pareciera, le aseguraba por el momento, su felicidad plena. Camina dejándose llevar con una canción que solo él escucha, ensimismado y lleno de planes. Piensa en su padre que fue padre a los veintitrés y en su abuelo a los veinte, qué hacía la diferencia entre esta herencia casi inevitable de ser padre a temprana edad. Nada, pues nada. Su vida estaba llena de parafraseos de

Libros que marcaron mi vida.

  A menudo tengo bastante imaginación para elaborar algún artículo o lo que tarde o temprano publicaré en alguna red social que soporte todos mis errores y desaciertos en el mundo de las letras. Me comunico con poca gente, y en este invierno que mi cuerpo atiende como cualquier latido de un corazón frío y tímido, dedico mi tiempo a unir vínculos con personas que erradas o no, complementan mi vida de ahora. Le pregunté sobre qué le gustaría que escriba en mi blog o qué quisiera leer de mí, me respondió a la brevedad, como si quisiera ser eficiente, como el buen alumno que fue, como él mismo. Le pedí un tiempo prudencial para hacerlo, imagino que clavó su mirada en ese teclado que hoy se calienta por el uso y aceptó con cierta emoción. Si pudiera elegir un libro que marcó mi vida lo haría con cierta mezquindad, estoy seguro que no hay solo uno, no. Así como en el amor siempre hemos tenido varias opciones, y una de las primeras en orden cronológico fue El Quijote de la Mancha, luego

Día uno.

Claro, es propio de mi trasnoche que no puedo imaginarme otro título. En el fondo da igual, porque en realidad es el día uno de este blog, que a buena o quizá mala hora ideé para dejar fluir lo que quiero escribir, para que tú  y yo nos conozcamos más, ¿entiendes no? O sea, a través de estas líneas seremos íntimos, usted mi lector y yo, tu émulo de escritor. Y es que es así, uno va dando saltos en la vida tratando de disimular nuestra pesadez, pero eso es otro tema, una condición casi natural en esta sociedad que nos pinta con un solo rostro, una sociedad variopinta de caras que se transforman al ritmo de su conveniencia. Solo es día uno, vendrán otros más, vendrán más títulos, artículos de todo tipo, si tienes una historia que contar, bienvenido seas. He llamado Filósofo trasnochado, porque eso es lo que soy, hace muchos años que no duermo las 8 horas reglamentadas y bueno, lo de filósofo es algo que va más allá del sarcasmo, es una forma de reírme de mi mismo, una manera de se

El infierno son los otros.

Es necesario saber, a veces, lo importante que somos para nosotros mismos. No. No pretendo escribir una oda al ego, sino hacer una mera reflexión de, si por algún motivo nos abandonaríamos, nos faltásemos y nuestros planes de vida dependieran de eso y consiguientemente estuviéramos destinados al fracaso. No es muy común ponerse a pensar en ello, porque justo a la hora de dilucidar sobre nuestros aciertos y desaciertos, te aplasta como una avalancha, los errores. Y es obvio, que, dentro de nuestra imaginación colectiva, la imagen del éxito tiene que ser rigurosamente un estándar que encaje en los cánones de la sociedad que no te exige, pero que juzga hasta asfixiarte. Como escribió alguna vez Jean Paul Sartre, “el infierno son los otros”. Cumplir la regla social que implica no salirte de la norma trae cierta desazón, frustración y ansiedad por vivir una vida que no es la tuya, (no obstante, quiero dejar en claro que, si todo lo políticamente correcto está dentro de tus pla

El banquete del bulímico.

Que, por no perder la figura, he desaprendido la ominosa tarea de tragar hasta el cansancio. No podría hacer gula con un rico ceviche o un lomo saltado, comer roll’s o quizá calientes polvicuchos con su ají más. No. Es que no hay vez que me siento a la mesa en que mi mente deje de contabilizar la cantidad de carbohidratos, grasa o azúcares que ingeriré y cuántos tengo que quemar cuando hago ejercicios o camine un rato. Vivo esclavizado infamemente por las formas más que por el fondo, por la figura más que por la emoción, y envidio, solamente si ocurre lo siguiente, a los que comen sin engordar, los que celebran con su cervecita el almuerzo, sinceramente no podría, porque al poco tiempo ya tuviera el estómago revuelto, y haciendo un pequeño croquis mental de cómo escapar para ir al baño en caso de urgencia, así de emocionante se vuelve la sencilla idea de almuerzo o cena con el objetivo de festejar. A tras quedaron aquellos tiempos veinteañeros en los que comía sin engordar,

Puedes meter gol con una pelota rosada.

Puedes meter gol con una pelota rosada. Las Palabras. No puedes disimular el dolor mientras el corazón se estruja como una esponja que usas para limpiar pisos. Nos conocimos por Facebook, hace un poco más de seis años, él tenía 19 años llenos de energía, yo entraba a la nueva experiencia de cumplir 35 años, con una vida casi resuelta, docente universitario y también jugando a ser empresario. Aquella tarde leía plácidamente “el equipaje del viajero”, donde decía: “Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas” , de pronto una notificación del Facebook me interrumpió, era él y quería verme. Así como se emocionan los hinchas de fútbol cuando su equipo favorito mete gol, o cuando visitas por primera vez alguna maravilla del mundo, así como el primer amor, así me emocioné. A las ocho en punto se iría a mi departamento,

Busco novio 1.0

(Enciendo una vela). La vida está hecha de rituales, la misa es un ritual, el fútbol tiene sus rituales, la natación, inclusive el zorro le explicaba al Principito que la vida está llena de ellas y que para ser amigos deberían ellos hacer uno. Todos los días, al llegar a mi oficina, enciendo una vela y pido un deseo, me gusta pedir, soy como ese niño que pide su regalo de Navidad o esa Miss Universo que va ser feliz y plena pide la paz mundial.  No sé ni por qué empecé con este primer párrafo, lo cierto es que ayer se me ocurrió una idea; primero les explico que mi vida amorosa se describe y reduce a la canción de Juan Gabriel, “Yo no nací para amar”, no sé qué tipo de brujería es, pero ya hace buen tiempo que no tengo novio, así que decidí buscarlo, en FB, en las fiestas, en las obras de teatro, en el Matadero, en el cine, en las canchas de basket y aunque usted no lo crea, también en Misa.  Y es así, que ayer no dejé de dormir por pensar, dejé de comer por hacerme ilusione