Y volvemos siempre a lo mismo, a quedarnos mirando el techo cuando algo malo nos sucede, cuando sin pensar hemos caminado un largo trecho sucumbiendo en las locuras del amor. Sí, quien diga que alguna vez en su vida no se haya detenido a manifestar su preocupación por alguien, nos está mintiendo.
Somos muy recurrentes al enamorarnos, no aprendemos, no evolucionamos, creemos en la firmeza de nuestras convicciones, mas no en la de nuestro compañero y empiezan los celos, las pequeñas riñas y el inevitable fracaso, que viene con un rosario de reclamos, frustraciones y sufrimiento.
Ayer hacía más frío que de costumbre en nuestra fría Lima y mi amiga y yo empezamos a hablar de cómo enfrentamos el amor a nuestras cuatro décadas; después de intercambiar algunos puntos de vista, lo que más nos jodía no era dar, sino recibir nada a cambio. Y es eso, no podemos amar a plenitud sino recibimos algo a cambio, una caricia, un mensaje por las mañanas, un minuto en su agenda; no es cuestión dar por dar y amar por amar, teniendo en cuenta que quien siembra cosecha, y para amar, hay que aprender a amarse uno mismo.
Buenas días amigas, amigos, amantes y amores.
"...y para amar, hay que aprender a amarse uno mismo". Me encantó esta frase, tan cierto lo que escribes.
ResponderEliminarHola, son percepciones. Pero sí, aunque parezca (o quizá lo sea) una frase repetitiva, el amor propio es básico. Dicha de mil formas, pero debe entenderse ese mensaje.
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