Indiscutiblemente, en el amor el que se enamora, pierde. Pierde la cordura, pierde la autenticidad, los pasos, inclusive el camino. Frente a mi obviamente está un ordenador casi con la página en blanco, cientos de post it´s, mi viejo cuaderno de apuntes, mi cuaderno de memorias y una serie de adminículos de oficina, que hacen de mi vida de escritorio más útil y sobre todo colorida.
Tengo en televisor encendido en una película que no me interesa, observo girando casi 270 grados qué libro empezaré a leer ahora, debo leer más si quiero escribir mejor. Estoy un poco cansado por los ejercicios de la rutina del gimnasio, algo pensativo porque el artículo que publiqué ayer no fue muy leído, después de todo, tengo muchas páginas en blanco que recorrer.
La idea era escribir del amor, de cuánto sufrimos cuando no somos correspondidos o metemos la pata y no somos capaces de aprender de nuestros errores y pedir con justa razón o no, disculpas o perdón. Debería indicar de una vez la forma más políticamente correcta que ya no guardo rencor en mi corazón, pero sintiera que estuviera mintiendo, porque hay cosas que duelen, que dejan cicatrices y destruyen el alma, sobre todo la mentira y la falta de lealtad. Pero si hay algo que estoy empezando a sentir durante un buen tiempo a tras, amor, sí, amor a todo lo que hago, a todo lo que digo, amor inclusive al odio, a los que hacen daño, hacia mi mismo y hacia los demás, creo que es el primer paso para reconciliarse con uno mismo y con quienes nos distanciamos porque creemos que el tiempo es el gran sanador, el que ubica las cosas y a las personas en su sitio, en su lugar de la cadena alimenticia, porque eso es el amor para mí, después de tantos cuernos, dolores de cabeza y mentes desquiciadas, es una cadena alimenticia, donde sobrevive el más fuerte, el que menos ama.
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