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Día tres, cuatro y probablemente cinco.

Mil soles, 300 soles por vez, ropa de canje y venta de cigarrillos y caramelos. 

Tarapoto se ha convertido en una ciudad que no solo baila a ritmo de sus palmeras, sino también a ritmo de sus noches calurosas, llenas sexo, diversión y una que otra historia que parece arrancada de un cuento, como sí cualquier protagonista fuera hecha o descrita a medida de un diario de páginas sensacionalistas.

Vestida de negro, zapatos de taco alto, el cabello rubio, le acompañaba de accesorio una cartera negra, a todas luces de manufactura casi casera, pero con una etiqueta cuyo precio se podría pagar hasta cinco sueldos mínimos. Bella a simple vista, bailaba como una mujer libre, sin ataduras y complejos, dueña de si misma. Sì, como el mundo fuera hecho para ella, una ganadora.

Al otro lado de la ciudad, a la misma hora Jonathan se desvestía después de jugar su pichanga de fulbito, las puertas de su ducha eran transparentes y se dejaba ver toda la habitación, inclusive la cama, donde alguien que había pagado por sus servicios lo esperaba ansioso, excitado, con las feromonas a flor de piel. Mientras se bañaba, se acariciaba el cuerpo como parte del espectáculo, la cadena dorada de la que presumía al ponerse camisas a medio abotonar más que un simple adminículo era un señuelo para captar sus clientes, hombres y mujeres deseosos de sexo.

De fondo sonaba Maluma mientras todos ellos y ellas “modelaban” ropa de una galería de moda, sus vistas eran empañadas por las luces de la discoteca, volaban literalmente entre el humo de talco y la música estridente, ellos cobraban por canje; a fuera hacía frío y una madre vendía caramelos y cigarros con su hijo en brazos. Tarapoto coronaba las cinco de la mañana y con esos tufillos de monarquía barata de país bananero, todas las discotecas cerraban, el sol se levantaba todo poderoso ante la disconformidad de los presentes.

Como este blog no es una  novela, concluyo:

A la chica de negro se le acusa de ser puta y cobra mil soles, todos la juzgan (los que no podrían pagarla seguro).

Al chico nadie lo juzga, él nació hombre y hace lo que quiere, juega pichangas los martes y jueves, su vida sigue, porque aunque no estudió nada, mueve bien la pelota en este mediocre mundo futbolero y cuando mete gol le aplauden.

A ellos y ellas los critican por querer ser famosos, y también hacen lo posible por serlo, pero son jóvenes cuyo futuro está ser destinados a ser el rebaño que día a día cambiará de acuerdo al viento.

A ella, que aún acaba de cumplir los 23 años y cuyo hijo saca todas las noches porque no le ayuda ni mamá ni papá, ni el padre de su hijo, la sociedad le es indiferente porque no brilla, porque no es famosa y porque no cobra más que por sus cigarrillos y caramelos vendidos.


Tarapoto ciudad bella, al amanecer ya cobijó bajo su manto centenario, muchas historias. Bienvenidos a la tierra del encanto, donde no todo es lo que parece.

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