En un principio tuve algún tipo de rigor que se enfatizaba al momento de encarar el título de la película con el desarrollo argumental de la misma: La piel más temida. El director, Joel Calero es testimonial a la hora de contar la historia. Expresa su arte hilándole de emociones básicas, primarias, como es el sentimiento materno y la orfandad por la que todos alguna vez pasamos. No te hablo de una orfandad física, sino que aquellas emociones y sentimientos que se van formando por ausencias que el destino pone como piedras en el camino.
Alejandra regresa al Perú después de más de 20 años para finiquitar la venta de una propiedad familiar y en el proceso de la formalización de la venta se da con la sorpresa que su padre está vivo y cumpliendo una condena por Senderista y por haber mandado a “destajar” a decenas de campesinos. Es en este punto donde se quiebran todas las sensibilidades, más aún cuando esta visita a su abuela paterna, en una localidad muy alejada de la cosmopolita Cuzco.
No pretendo contarles la historia completa, ni tampoco generar polémica. La piel más temida es una película controvertida, que ahonda en las vicisitudes de la vida, es un recorrido que hacemos hacia nuestra propia identidad, nos invita a cuestionarnos sobre nuestros propios complejos (y claro está los ajenos). Es una película triste, sino me equivoco es la primera que veo que aborda directamente la historia de la canción Flor de Retama, a través de un personaje que le da un buen contrapunto a la historia a través de una mandolina.
De ninguna manera puede ser una película que romantiza al terrorismo como la han intentado vender quienes hoy nos gobiernan. Vayan a verla y saquen sus propias conclusiones.
Nos vemos la próxima.
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