Ir al contenido principal

A veces hay que mirar dentro. (Acá todo es personal)


Indudablemente, este es uno de los poquísimos artículos que escribiré o narraré algo de mí, puesto que, desde hace mucho tiempo me sentía recluido dentro de mí mismo, como un preso o quizá escondido en una enorme coraza de miedos y nuevos retos. 

Hace un tiempo a tras intenté llevar una relación, salía con él, almorzábamos juntos, cenábamos, hicimos una vida en común, hasta que un día, no se si bueno o malo, apareció irremediablemente el pasado, su pasado y una versión casi surrealista de un cuento de hadas mal terminado, chismes, intrigas, circunstancias que no pude ni quise remediar, mi pensamiento más cercano fue dejar que el tiempo hiciera lo suyo, ya que (siento que me estoy desvistiendo con todas las luces y los ojos inquisidores encima) nunca en mi vida había competido de manera desleal con nadie. En pocas palabras mi vida se puso al revés. 

No soy de las personas que lloran sus desgracias en cada esquina vacía que encuentran, soy peor. Evado, viajo, compro, leo, veo nuevas series, hago más ejercicios o tal vez en el peor de los casos me deprimo en mi soledad y en mi mundo fantasioso que ni yo mismo entiendo. Y el tiempo fue pasando y me separé de él, hice otras cosas y no lo pude olvidar. Sí, no lo pude olvidar. 

Siguió pasando el tiempo, disminuyó el dolor, acariciaba apenas esos recuerdos, hice un recuento del tiempo juntos y llegué a la conclusión que nadie tuvo la culpa, ni él, ni la tercera persona, ni yo. Porque en todo ese lapso de cura aprendí una lección muy interesante, que cuando  nos pasa algo malo, estamos acostumbrados a culpar a todo el mundo, al amante, al saliente, a la despechada, al incompleto, al gordito chismoso, al gay que se cree diva o a la modelito de 50 soles, a todos menos a  nosotros mismos. Es que miramos fuera, pero fui un cobarde para mirar qué había dentro de mí, qué clase de temores me gobernaban, que infamias tramé toda la noche y nunca las hice realidad por miedo al karma, qué palabras utilizaré si me lo encuentro en la calle. Aunque me costó mucho, aprendí a conocerme viendo dentro, matando fantasmas, tomando ayahuasca, tragando mi bilis y mi propio veneno. Aprendí.


Ahora puedo caminar tranquilo, sin que nadie asalte mi conciencia. Duermo soñando a colores, aunque a veces son blanco y negro, pero son sueños míos. He dejado de juzgar a los demás aunque su comportamiento me lastime, porque aprendí a mirar dentro, para luego con luz en los ojos mirar lo que está a mi alrededor, sin contratiempos, sin rencores, con un poquito más de sabiduría y sobre todo, con algo fijo en la mente: el perdón, que si bien es cierto nadie tiene el derecho de sabotear tu felicidad, pero créanme que es más consecuente dormir en total tranquilidad que estar pensando en cosas que ensucian tu alma. Y así fue que aprendí a auto criticarme, nadie mejor que uno para saber en qué cosas estamos fallando. Sí, después de todo, fue un hermoso final. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Chabuca: Obra, omisiones y milagros de una virgen trasnochada.

En Perú recurrimos con frecuencia al chisme, al cuento barato, a la idealización de ídolos populares que tarde o temprano con talento o no, sucumben al trajín de la fama y a todas esas vicisitudes de la vida, donde el sufrimiento del protagonista se usa y abusa para generar el morbo, cual gen está dentro de nosotros los espectadores.    Me refiero al filme Chabuca, que salvo a la buena actuación de Sergio Armasgo, es un intento de hacer una biopic poco creíble, más aún con la polémica del libro de Alex Brocca, (que apareció justo a la hora de vender los panes calientes, favoreciendo a la taquilla), bailarín que mantuvo una relación de una década con el protagonista, que personifican en la película como el antagonista, abriendo un contrapunteo e intentando tirar a bajo la veracidad de la historia misma, que desde ya tiene muchos vacíos en su construcción y se demuestra en un guión mal estructurado.   La productora quizá hizo su máximo esfuerzo (porque no se le puede pedir más a Tondero)

El dolor de sentirse vivo.

En estos días un poco convulsos, quizá por el eminente cambio de estación o por el camino del cuarto creciente a luna llena, no he podido conciliar el sueño como se debe. Para ser honesto hace un par de décadas que el insomnio colocó su bandera en mi cerebro, llegó para jamás irse. Así que puedo reducir este primer párrafo en “estos días convulsos”.    He empezado estás últimas mañanas con un ligero del dolor en el pecho, a mis sabidas cuentas, esto sucede cuando mi alma se alborota o se expande a través del tiempo y encuentra alguna nostalgia flotando en el cielo de mi destino.    He aprendido a reconocer este dolor desde muy pequeño, es una premonición que me regala el cuerpo y cuando pasa, cuando el dolor en el pecho quizá atraído por las noches en las que, para suplir el insomnio leo, investigo o trato de ver alguna película y cuando ya no puedo más lloro.    Lloro bastante, hasta quedarme sin respiración, hasta caminar en el peligroso limbo de dar el último suspiro y cansarme. Lue

La diversidad sexual en el universo literario de Mario Vargas Llosa.

Después de celebrar el mes del orgullo homosexual, decidí desarrollar este artículo que hace tiempo tenía en mente, que no pretende otra cosa más que entretener a mis seguidores. Este no es tampoco uno de opinión, sino de un análisis concienzudo de algunas de mis lecturas sobre el escritor y por consiguiente de mis polvorientos apuntes que urgen ser leídos y obviamente publicados.     Mario Vargas Llosa, tiene la capacidad de crear personajes memorables, ya sea por auto referencia o históricos como en La Fiesta del Chivo o El Sueño del Celta o creados desde la auto ficción, todos sólidos, con carácter y personalidad que los hace dar pasos firmes en la construcción de sus historias, no en vano, el pasional escritor es acreedor del premio máximo de las letras, el Nobel de Literatura.    Hay cientos de fuentes, creíbles o no, que cuentan que el cadete Vargas Llosa fue víctima de algún tipo de abuso de tipo homosexual en su estadía en el colegio militar, lo que según marcaría, su narrativa