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Mi Primera vez.

Partimos los cuatro amigos de infancia, una madrugada de fiestas patrias a pasar un mes en el extranjero, para conocer algunos lugares de Latino y centro américa, y de paso ser testigos de la pedida de mano que uno de nosotros haría a su novia, una hermosa hija paisa, una bella medellinense llamada Luisa.

El plan era simple, estar siempre unidos, visitar Cuba, República Dominicana, Costa Rica, Colombia, con su respectivo paso por Panamá. Esto de unidos era para nosotros una especie de sacramento, casi religioso que se cumpliría sí o sí. Por demostrarles con el ejemplo más práctico y concreto, si a Manuel no le gustaba la bandeja paisa por tener muchas calorías y al resto sí, Manuel se tenía que empujar la bandeja paisa enterita, porque en las democracias, son las mayorías quienes deciden.  

Era casi una unión civil desde la infancia, Walter era el futuro novio, que encontraba la juerga hasta levantando una piedra, Sandro era el abogado del grupo, nuestra constitución andante, nos daba seguridad sobre todo al pasar por migraciones, Ramón, el experimentado viajero, algunos años de trabajo en la ONU le permitieron el honor de ser el guía de todos y por supuesto, antes que la Diversidad se ponga de moda, un grupo no se podría considerar como tal sino tuviera su cabro al lado; vaya grupo, decía siempre Manuel, el que solo viajaba para conocer museos y todos los deportes de aventura al que podía acceder.

-          No, de ninguna manera me subiré a es Canopy, dijo Ramón mientras observaba de abajo hacia arriba tanteando el increíble abismo por el que pasaría mediante cuerdas y una polea.

-          Recuerda la promesa, dijo Manuel colocándose el casco y otras herramientas de protección. Ramón, entre otras fobias, les tenía especial aversión a las alturas.

Y entre playas, islas, yates y mucho, pero mucho alcohol y otras drogas pasamos 15 días, nuestro destino final era Medellín, que por aquellos días celebraba el Festival Internacional de las flores. Los tres a excepción de Walter, el futuro novio, nos hospedamos en un hotel de la calle 77, una avenida principal que albergaba, los mejores bares, restaurantes y todo lo que te podrías imaginar en una fecha tan especial como las vacaciones.

-          No por favor, jamás en la vida entraré a un Night Club heterosexual, eso ya es el colmo, y para concha de la lora la entrada 300 cocos, ya suficiente tuvieron al acompañarles al Hooters en el Hard Rock. No voy.

-          Mira Manuel, pero nosotros también te acompañaremos a la Zona Rosa, nos iremos mañana, está bien, en el parque Lleras la cuenta correrá por nosotros ¿no es así Ramón?

-          Sí, dijo Ramón, el tacaño del grupo, como que aceptando la cosa a regañadientes.

-          Entonces no se diga más, tres entradas por favor, dijo Sandro, mientras pasaba como un sable ninja su tarjeta de crédito por el POS.

 

Nunca antes había entrado a un Night Club, y créanme tampoco a una discoteca de ambiente ni nada parecido, Pero ya estaba ahí, sorprendido por el local y las hermosas mujeres que tenían la altura de los Avatar, pero muy sexis, algunas con ropa interior de ligas, otras con minifaldas de encajes, sus tetas explotando en diminutos tops también de encaje, realmente el termino bisexual empezaba a rondar por mi mente.

 

Muchas de ellas eran venezolanas, panameñas, colombianas y rusas, cada una más hermosa que la otra, yo estaba sentado en una mesa solo, como quien observaba el comportamiento de mis amigos. Se me acercó una patilarga que olía a Chanel 5, se sentó a mi lado y me pidió que le invitara un trago, yo accedí, para las mujeres bellas no deben existir negativas. Soy Llesy, me dijo, mientras jugaba con sus dedos traviesos el borde de la copa del Martini clásico, soy Manuel, ¿de dónde eres? De Lima, me dijo ella, ¿puedo pedir otro más? Claro, le dije, sus escotes y su cabello ondulado no dejaban de llamarme la atención, pedí otro vaso de Johnny Walker doble black.

Mis amigos se divertían poniendo billetes de cinco dólares en el brasier de las bailarinas, quienes poco a poco se desnudaban hasta llegar al escenario donde estaban los tubos, completamente desnudas, parecían unos ángeles cuyo sudor les daba el aspecto platinado de las luces y parecían flotar, como las erecciones y la libido en la oscuridad del local.

 

Llesy y yo, conversábamos de lo que hacíamos con regularidad, inclusive llegó a mandarse una confesión, que era actriz de al fondo hay sitio, una serie que nunca vi, igual, no me interesaba su hoja de vida, porque terminando la noche, no la volvería a ver. Muy al contrario de mis amigos, esa noche tiré por primera y única vez con una mujer.

 

Al salir del lugar ya amanecía, nos fuimos directo al hotel y dormir todo lo que podíamos, la juerga no podía esperar jamás. Mis amigos no cesaban en sus bromas, yo solo los miraba, esperando el almuerzo para luego seguir durmiendo y en la noche visitar al parque Lleras.

 

Me puse unas mascarillas buenísimas de Helena Rubinstein, que te dejaban el rostro como si fueras chibolo de 15, sin ojeras ni bolsas en los ojos. Esta vez nos reuniríamos los cuatro amigos más la futura novia, y todo debería estar a la altura, y así lo fue. Dicen que las mejores carnes lo comen los perros, creo que esa no fue la excepción, Luisa era demasiado lomo para ese cuchillo. Hicimos un pequeño Tours dentro del Parque, tomamos unas cuantas cervezas importadas y mucho, pero mucho licor antioqueño en la discoteca el Pueblo, y luego, calabaza, calabaza, el cuerpo ni el bolsillo daban para más.

 

Seis de agosto del 2013, pensándolo bien, con este párrafo debió empezar este cuento y a decir verdad me dejé llevar por mis emociones y por ratos me olvidé que debe titularse “mi primera vez” y una cosa me fue llevando a la otra y, en fin, continuemos, antes que me asalte la idea de escribir la historia de Sandro y terminaría contando otro cuento.

 

Tres de la tarde, los tres amigos, menos el futuro novio nos disponíamos ir al Orquidiario que quedaba a pocos minutos de ahí subiéndonos al Transmilenio.

 

-          Manuelito, veo gente con la camiseta del Perú, ¿sabes qué evento se está desarrollando cerca?

-          No amigo, ni idea, para lo que me interesa el deporte, seguro es fútbol, porque con esa camiseta siempre veo a muchos hinchas en nuestra tierra.

-          Pero Manuelito, ¿y si le preguntamos al recepcionista?

-          Bueno, da igual, en breve iremos al Orquidiario, hay una exposición de flores ahí.

 

Digo a veces, que las cosas tienen una irremediable forma de ocurrir, momentos que no te los esperas, solo suceden y ya, ahora que lo recuerdo mientras escucho una música de Carlos Vives, siete años después, es como si fuera ayer cuando Sandro con los ojos llenos de luz me dijo: “llama a Ramón, hoy hay partido de la Copa Libertadores y juega Perú, vale la pena cambiar de planes”.

 

-          ¿Pero por qué le tengo que decir yo? No Sandro, a mí no me gusta el fútbol y tampoco está en mi presupuesto, pero se pueden ir entre dos, no me hago paltas, y nos vamos mañana al Orquidiario.

-          No Manuel, ¿en qué quedamos? En que todos iríamos a los mismos lugares sin renegar.

-          Pero no sé, si ustedes me pagan la entrada, tal vez.

 

Para mi buena suerte, no había entradas disponibles, Inti Gas contra Atlético Nacional, Perú contra Colombia, un partido que definiría parte de la dichosa copa, que a mí me importaba un pepino. Pero como toda Latinoamérica es una sola moneda, también había entradas en sobreventa a casi treinta dólares.

 

Es fácil predecir lo que sucedió, lo cierto es que media hora después estaba sentado mirando como Inti Gas, de uniforme rojo representaba a Perú, en la Copa Sudamericana, enfrentando al equipo más querido de ese valle. No miento que empecé a sentir una emoción indescriptible, cuando el equipo peruano tocaba la pelota y no llegaban (para nuestra decepción) ni a media cancha, muy al margen de todo esto, yo estaba emocionado a flor de piel, gritaba, le mentaba la madre quién sabe a quien, saltaba, cerraba los puños y abucheaba, hasta que nos metieron el primer gol, el segundo, el tercero y el cuarto.

 

-          ¿Dónde está Manuel?

-          ¡Nos abandonó! Se salió con la suya, dijo Sandro a Ramón, con la boca llena de mango con sal, una delicia.

-           

No, no me había salido con la mía, sino que de tanto comprar golosinas se me aflojó el estómago y con las mismas logré tomar un taxi, llegar al hotel y entrar velozmente el baño. Sentí que el destino me estaba encaminando a dos placeres, aunque distintos uno del otro, pero placeres al fin, el hecho fortuito de estar con una mujer, y el otro que tampoco imaginé, sentir esa adrenalina que te deja ansioso, obsesivo y adicto a un Gol, tan solo a uno, al gol del honor, porque indudablemente el Atlético fue más aquella tarde, donde Inti Gas perdió humillantemente.

 

¿Y mis amigos? Sandrito y Ramoncito, literalmente aparecieron cagados, de tanto comer esas delicias de dudosa procedencia sanitaria, también se les pegó una fuerte infección bacteriana que no pudieron contener. De tan solo imaginarlos caminando por la multitudinaria Calle 77 oliendo a mierda, porque esa tarde, curiosamente como era un partido sin mucha trascendencia para los locales, los baños y las duchas estaban cerradas. Así es el fútbol señores.

 

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