Cuando Mario Vargas Llosa, como lo pone en manifiesto en un
prólogo de escrito por él en junio de 1998, en la ciudad de Londres (le gusta
ser muy específico), que Conversación en la Catedral: “que ninguna novela le
había dado tanto trabajo (la tuvo que rehacer más de diez veces); por eso, si
tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría ésta”.
Por esta vez no le haré fiesta a los análisis literarios de
sus propias creaciones, puesto que Mario Vargas Llosa linda mucho entre su
talento y el Ego; imagínate con sus hijos (que distan mucho de serlo)
estuvieran en una embarcación a punto de naufragar, acaso socorriera y salvaría
al que más problemas le dio. Lo dudo, y es que en verdad lo que escribimos se
queda marcado en el alma, yo que no tengo ningún tatuaje imagino mi cuerpo
tatuado con cada frase que escribí, con cada cuento, con cada historia.
Ahora, justo hoy dos días antes de las elecciones luego de
una menuda lluvia, en Tarapoto sale el sol y provoca un calor terrible, en
verdad, insufrible para los que estamos acostumbrados a vivir en este pedazo
del paraíso, re leo esta joya de la literatura mundial y me doy cuenta del
talento de Vargas Llosa, de la estructuración, de su manejo de tiempos, de
su historia que no se consume en el tiempo, por el contrario, hoy más que nunca
cobra vigencia porque nos hacemos la pregunta irrepetible: ¿En qué momento se
jodió el Perú? En momentos que nuestra democracia tambalea, la guerra sucia en
los procesos electorales campea ante las propuestas; en fin, cosa de locos.
Volviendo a las obras de Mario Vargas Llosa, particularmente
lo primero que hiciera al ver toda la colección de él, fuera quemarlo en vida
al escritor (los que blogueamos también tenemos algunos recursos de ficción),
para poner en buen recaudo su magnífico legado y me quedaría solo con una obra
de él, El Hablador, conversaría horas de horas con Mascarita, me hiciera el
loco cuando por ahí intuiría el final de la obra, recorriera con Tasurinchi los
ríos torrentosos, huiría de Ketienbakori y sin
duda me quedaría con el Seripigari.
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