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Mostrando entradas de agosto, 2019

El castillo y el último lamista.

Es casi desconcertante escuchar a gente foránea, cuya primera idea a cerca de la ciudad de Lamas sea el castillo construido por la “excentricidad” de un ciudadano italiano, desconocen casi en su totalidad, que la Lamas del castillo nunca hubiera existido sin esa Lamas histórica, cultural, que fue declarada como la capital folclórica de la amazonia peruana y que el verdadero motivo de esa riqueza cultural ha sido reemplazada por una excusa tonta, la de vender turismo de empaque, frívolo, sin consistencia, con un desconocimiento que bien podría hasta considerarse un rechazo a nuestros orígenes, una afrenta en nuestra propia casa, viendo por consiguiente cómo uno de los pocos vestigios vivientes de San Martín, es invisibilizada casi en su totalidad por la falta de políticas culturales públicas, enfocadas en preservar y difundir nuestro patrimonio como prioridad ineludible, en cuya base se podría cimentar el desarrollo sostenible del turismo en la región verde (ahora naranja). Quier

La voz.

(Leer escuchando, My favorite Game. By The Cardigans y Ob la di, ob la da. By The Beatles).  - ¿Qué harás más tarde? Supongo que ver un rato las noticias y después dormir, ¿y tú? -Tengo reunión de trabajo y luego iré a alquilar unos vídeos, distraerme un rato, hace tiempo que no veo películas. ¿Sabes una cosa? -Dime. Me pareces una persona un tanto solitaria. -Tienes razón, pero estoy solo porque me acostumbré a estar así. Yo casi siempre me siento la persona más solitaria del planeta, por ejemplo, hoy, no sé por qué te digo esto, pero hoy me siento solo, sin amigos, bueno para nada. -Pucha, no creo que sea así. Te pongo un ejemplo que tengo en mi mente. -A ver. Lo tengo desde la mañana. -A ver, dime. No creo que tenga importancia, o en realidad no sé, tal vez no, yo pensaba que no, discúlpame por las cosas que te dije. - ¿Disculparte por qué? [Conversación de Eduardo con un desconocido, días antes de su muerte]. Recordó fugazmente que Rebeca,

La otra muerte.

A menudo le asaltaban sentimientos de culpas, en todo momento, a toda hora y en cualquier intensidad. Daniel aprendió desde pequeño que las cosas se deben hacer en el momento oportuno, sin pensarlo tanto, sin perder tiempo, ganándole a la vida, al destino. Pero esa mañana estaba que daba vueltas a la situación que se le había presentado como una imposición, como un mandato divino; analizaba cada situación, era él o ella, era su vida o la de otros. Claro, era su vida, debería ser feliz, para eso nació, era ahora o nunca empezar algo nuevo, sin temores, sin nada que pudiera empañar una decisión, que por simple que pareciera, le aseguraba por el momento, su felicidad plena. Camina dejándose llevar con una canción que solo él escucha, ensimismado y lleno de planes. Piensa en su padre que fue padre a los veintitrés y en su abuelo a los veinte, qué hacía la diferencia entre esta herencia casi inevitable de ser padre a temprana edad. Nada, pues nada. Su vida estaba llena de parafraseos de