Que, por no perder la figura, he desaprendido la ominosa tarea de tragar hasta el cansancio. No podría hacer gula con un rico ceviche o un lomo saltado, comer roll’s o quizá calientes polvicuchos con su ají más. No. Es que no hay vez que me siento a la mesa en que mi mente deje de contabilizar la cantidad de carbohidratos, grasa o azúcares que ingeriré y cuántos tengo que quemar cuando hago ejercicios o camine un rato. Vivo esclavizado infamemente por las formas más que por el fondo, por la figura más que por la emoción, y envidio, solamente si ocurre lo siguiente, a los que comen sin engordar, los que celebran con su cervecita el almuerzo, sinceramente no podría, porque al poco tiempo ya tuviera el estómago revuelto, y haciendo un pequeño croquis mental de cómo escapar para ir al baño en caso de urgencia, así de emocionante se vuelve la sencilla idea de almuerzo o cena con el objetivo de festejar. A tras quedaron aquellos tiempos veinteañeros en los que comía sin engordar,
Si tratamos de entendernos a través de la lectura, es bueno compartir vivencias. Quiero aprender a escribir y necesito que ustedes sean mis mejores maestros. Quería ser filósofo, pero después de muchas noches de desvelo, me encontré con la locura y me quedé con ella.